lunes, 8 de marzo de 2010

CUENTO DE EDUARDO CHIVITE.

El broche

El joven artesano engarzaba con el tacto de un pájaro de pico largo y curvado cada una de las vidriosas piedras. Lo hacía lentamente, anudándolas con exquisito cuidado en rededor de sus dedos con un fino alambre. Imponía a cada una de ellas la belleza de los ojos y la sonrisa de la mujer que amaba. Tenía la impresión de florecerle, de hacerla al modo en que quería, de unir pequeños trozos rotos de la vida. Bajo la luz del flexo, con ayuda de una lupa, acompañado del ruido de la calle, de la sensación del universo tan serio y preocupado, sabedor de que sus gestos para siempre serían los del aquel amor tenido. El artesano, anciano entonces, maestro ya en recordarla, detenía su respiración sin moverse lo más mínimo; de pronto… con la delicadeza de una hermosísima caricia, punzaba sobre sí el alambre… y volvía otra vez al mundo.

Eduardo Chivite Tortosa,
del libro inédito: y otras ciudades verdaderas.

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